LA DANZONA
La Danza Prima de la noche de San Roque es, para muchísimas personas, entre las que por supuesto me encuentro, la expresión folklórica más espontánea, acogedora, multitudinaria y, en una palabra, más señorial del verano llanisco, y me atrevería a decir que de toda Asturias.
Tiene su ciclo vital, que podíamos resumir en nacimiento, crecimiento o desarrollo, incidencias y,… no muerte, sino final apoteósico en la Plaza Mayor, ya que, como dice su estrofa postrera:
“Este es el último cantar
pero no la despedida,
ya que nuestro corazón
quiere que San Roque viva”
Pero vayamos a su nacimiento o preludio.
Faltando cinco o diez minutos para que el reloj municipal dé las campanadas precisas, en la “cerona” que hay enfrente del Ayuntamiento, ya están reunidas unas cuantas docenas de personas para coger un buen sitio, es decir los primeros puestos, aunque luego, algunas incidencias puedan alterar el orden inicial.
El cabeza de Danza suele ser un hombre que tenga cualidades para llevarla, y ser el primero es además un motivo de distinción que no consiguen muchos sanrocudos: en teoría de su buen hacer depende que salga mejor o peor la Danza. El arte consiste en saber mantener unos pasos apropiados en longitud, una velocidad constante y dar en la Plaza las curvas con la amplitud necesaria para que los círculos sean los justos y adecuados para el número de danzantes, pues si no es así… Hay tantu gentíu, chacha, que esti añu no cabemos en la Plaza.
Además del actual “cabeza” o guía, nombraré con cariño a su padre, Cafetal, a Manolo Parás y a algún otro que la llevaron siempre con naturalidad, destreza y elegancia, ya fueran con chaqueta y corbata, o de porruano, como Valentín el de La Llavandera, un año antes de morir.
En la buena marcha de la Danza intervienen decisivamente los que situados en lugares menos destacados, danzan bien, saben los cantares y corrigen a aquellos que no llevan el paso adecuado.
Por ello, a pesar de que la Danza Prima sea un acto multitudinario, (¿cuántos cientos de personas la formarán?), lleva orden; de ello también se encargan aquellos entusiastas que la recorren de principio a fin, a lo largo de todo su trayecto, repartiendo papeles con los cantares, animando para que todos canten las estrofas lo más entonadamente posible, sin estridencias, gritos extemporáneos u otros actos de mal gusto que puedan estropear el empaque que nos caracteriza. Los llaniscos, de cualquier Bando que seamos, no permitimos gamberradas a costa de lo nuestro, y los participantes en nuestras cosas deben respetar esas tradiciones y entusiasmo.
Recordaré con cariño a aquellas señoras que formaban la cotradanza, y que con su maestría veterana, servían con dignidad de espejo a todos los que danzábamos.
En fin, que a las nueve en punto de la noche, comienza a andar la Danzona con su estribillo tradicional: De peste y males, líbranos Roque Divino…, y las demás estrofas que continua y repetidamente se cantarán durante su recorrido, impregnando de voces unidas y unísonas, San Agustín, la Plazuela de San Roque, Mercaderes…
Este trayecto es la fase de crecimiento y desarrollo (en el ciclo vital que nombraba al principio); también supone un proceso de incorporación posterior de personas que origina incidencias, ya que muchos o casi todos aquellos que se agregan lo quieren hacer lo más “alantre” posible, provocando paradas, acelerones o pérdidas de paso, y en otras ocasiones hasta riñas y disgustos por negativas a dejar meterse ahí, o por que esas entradas causan separaciones entre personas que habían comenzado juntas.
Danzan familias enteras, separadas o unidas hasta tres o cuatro generaciones. Los mayores enseñan a los más pequeños, corrigiendo con cariño los errores que puedan tener estos, y formando nuevos sanrocudos y llaniscos.
Decía al principio que la Danza es natural; de ese anti-exhibicionismo es una muestra el hecho que los participantes aplauden cuando terminan (a la labor bien hecha) en vez de buscar el aplauso de los espectadores.
Una vez superada las incidencias y puntos críticos (curvas, cambios de nivel en el suelo, entradas de gente), la Danza desemboca majestuosa en la Plaza Mayor. Cuando toda la gente que la forma está en su recinto, entonces sí se puede apreciar la entonación (con segundas voces incluidas), la homogeneidad y el ritmo de esa “guirnalda gigantesca…”, como la llamaba Perseo.
Después de varias vueltas a la Plaza se achican los círculos, y se siente más la proximidad de la alegría y el entusiasmo porque…
”Terminan ya los cantares,
pero no muere el sentir,
que por San Roque guardamos
entusiasmo hasta morir”
Al final , la Danza se anima por los acompasados saltos que casi nunca hacen perder el paso ni tampoco la compostura y elegancia del espectáculo.
Esta apoteosis va seguida de los vítores finales; los dá la hija de quien subido a la misma “escalera móvil” lo hizo durante muchos años, hasta que su enfermedad imposibilitó a Angel Estefanía para hacerlo.
Todos los presentes la contestamos, aplaudimos, y como aporte afortunado de estos últimos años, se canta el ASTURIA PATRIA QUERIDA.
Mucha gente prosigue con bullicio y alegría bailando las tradicionales giraldillas.
Como habrán apreciado me encanta danzar (también en Santa Ana, San Pedro …), pienso que la Danza es la manifestación en que participa gente de todas las edades, y animo para que así siga siendo, porque como oí a personas de edad en muchas ocasiones, “Hay que bañarse en la playa…” y “Hay que danzar”, porque…”Hay que ser de San Roque y Hay que vivir”.
Luis Ignacio Sordo
El Oriente de Asturias
Llanes, Agosto de 1998
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