FORASTEROS CON RAÍCES
Todos los meses del año pueden evocar un sentimiento o un valor especial y en nuestro país, en nuestra España, agosto se distingue por ser, por excelencia, el mes de vacaciones. Una inmensa mayoría lo dedica al ocio, al merecido descanso, a la diversión y muchas personas se convierten en viajeros y allí donde van son los veraneantes o forasteros.
La villa de Llanes, villa costera del Oriente de Asturias, ha sido, es y será el destino de muchos de esos veraneantes por su gran atractivo turístico. Porque si Asturias se anuncia como “PARAISO NATURAL”, Llanes es el grado máximo de ese paraíso: monumentos históricos, antiguo puerto pesquero, paisajes, playas, montañas…, riqueza gastronómica y, ante todo, respeto a las tradiciones, lo que hace que sus las fiestas sean famosas por su esplendor y valor histórico.
Así, y como un forastero más, viajé a Llanes desde Zaragoza un 5 de agosto de 1972 con un motivo muy especial: visitar a mi novia que pasaba el verano en la Villa, en el emblemático barrio de “La Moría”.
Han transcurrido nada más y nada menos que cuarenta y cuatro años y, desde entonces, no he faltado ni un solo agosto a mi cita llanisca. ¿Esto se llama fidelidad…, pasión…, arraigo….?
En aquella mi primera estancia en la Villa tuve la oportunidad de vivir una “fiesta” (16 de agosto) que reunía y congregaba a mucha gente por las calles y aceras para contemplar el discurrir de una monumental procesión en la que participaban mozos y mozas vestidos de porruano y aldeana, precediendo –con palos ellos y panderetas ellas- a la imagen de San Roque, elevada sobre unas andas que llevaban ocho esforzados portadores. Me sorprendió la dulzura y hermosura de esa imagen acompañada por un perro de aspecto tranquilo y me impresionaron el entusiasmo y la devoción de todos cuantos la acompañaban. Luego, por la noche, tuve la oportunidad de enlazar mi brazo en el extremo de una acompasada hilera para participar en lo que llamaban “la danza prima”. Fue una jornada emocionante; la semilla, la gestación y el nacimiento de un nuevo sanrocudo.
Por casualidades de la vida conocí a la familia “Carrandi”, con la que llegaría a trabar una gran amistad; una familia de San Roque hasta la médula, como se suele decir; y fueron mi amigo “Gelo” y todo su entorno familiar quienes se encargaron de que esa semilla que había prendido durante mi primera experiencia de la fiesta creciera y creciera cada día más y más.
Y como en todas las fases de la vida, hay un periodo de adaptación, de formación , conocimiento y convencimiento que culmina con la expresión y exteriorización de los sentimientos. Y estaba claro que el gen común de sanrocudo (gen que estoy seguro que existe y se transmite) yo lo tenía inoculado en lo más profundo del alma y del corazón.
Como premio al crecimiento y buen desarrollo de la semilla, cada vez más enraizada, con la recomendación y apadrinamiento de mi inolvidable amigo “Gelo” (q.e.p.d.), en el año 1980/1981 tuve el privilegio y el gran honor de portar una de las varas de aquellas andas y procesionar por las calles de Llanes a nuestro Gloriosísimo San Roque. Un momento inolvidable, que rememoro una y otra vez, el de aquella primera vez, situado en el lateral del altar, igual que ahora, nervioso como el torero que recibe la alternativa y muy ilusionado y entusiasmado, escuchando las sabias y trascendentes palabras del Padre Vela en su sermón de la Misa Solemne.
Desde entonces nunca he faltado a esa cita irrenunciable a la que cada año acudo con mayor devoción y alegría.
Es difícil describir la emoción que siento cuando, a los pies del Santo, me envuelvo en un sincero abrazo con todos los costaleros, muy especialmente con los más veteranos, con los que llevo tantos años compartiendo faena, como son mis amigos Manolón, Mariano y también, aunque se incorporó un poco más tarde, con mi querido Vicente (Titi).
El Bando de San Roque, al igual que la Villa de Llanes, sus gentes y tradiciones, forma parte de mi vida y de la de toda mi familia. Todos han participado de una u otra forma (danza peregrina, teatro, bailes, procesiones…) Son cuarenta y cuatro años continuos, sin dejar uno, compartiendo vivencias, alegrías y entusiasmo; y también, por qué no decirlo, tristezas por la pérdida de algunos buenos amigos. No obstante las cosas no valen por el tiempo que duran sino por la huella que dejan.
Los días 15 y 16 de agosto los he tenido, los tengo y los tendré reservados para rendirme a los pies del invencible San Roque y participar con creciente devoción y alegría y en solemne procesión.
Por eso, vaya desde aquí mi homenaje al entusiasta y envidiable grupo de portadores del Santo, amigos todos y, más que eso, “la gran familia” como nos llamamos, mi familia. Derrochan ilusión, entusiasmo, pasión, devoción, cariño, amabilidad y compañerismo. Nunca se ve un mal gesto, siempre unidos, como una piña, compartiendo un único ideal y una única meta: la devoción, brillantez y esplendor de nuestro Gloriosísimo San Roque, de nuestro Bando Invencible y de nuestras fiestas. Claro que todo esto no se consigue si no hay un buen director que además sea capaz de transmitir esos valores.
Y aunque todos los presidentes que yo he conocido se han esforzado para conseguirlo, el actual, Javier Abello, al frente del Bando desde el mes de marzo de 2016, es un caso especial. Con el listón muy alto por la labor de sus predecesores, es un vivo ejemplo de dedicación constante y el culpable, con agravantes, de inculcar todos los valores que antes he mencionado en beneficio del Bando y del éxito de la fiesta. Eso sí, siempre con el Santo como única referencia. No hay más razón, motivo y justificación para convencer que el ejemplo de los que te dirigen…
El pasado agosto, en la tradicional cena de portadores, recibí del Patronato de la Capilla de San Roque, de forma absolutamente sorpresiva, una placa grabada en la que se expresaba “el reconocimiento al cariño y entusiasmo demostrado durante tantos años hacia nuestras tradiciones”. Mi amigo Mariano, en las palabras que dirigió a los que allí estábamos, subrayó mi condición de forastero para ensalzar la expresión de un sentir, en principio, más propio de los sanrocudos nacidos en Llanes.
He titulado este escrito “Forasteros con raíces” precisamente por eso. Porque, sin renunciar, lógicamente, a mis orígenes, me siento identificado con esta tierra. Quiero a Asturias, quiero a Llanes y sus tradiciones; y amo muy especialmente al Bando de San Roque. Soy forastero sí, pero con raíces profundas. Por eso siempre defiendo mi convicción de que los de fuera podemos sentir por la fiesta exactamente lo mismo que los de Llanes.
Al terminar la danza peregrina, los cuatro niños más pequeños, en lugares preeminentes, lanzan al viento :¡¡¡VIVA SAN ROQUE Y EL PERRU!!! ¡¡¡VIVA LOS PEREGRINOS!!! ¡¡¡VIVA LOS FORASTEROS!!! ¡¡¡VIVA LLANES!!!,
A todo contesto con emoción …¡¡¡VIVA!!!
Emilio Moreno Pasamar
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